En la sociedad que vivimos tratamos con una gran cantidad de información. No solo tratamos esa información, sino que la consumimos, la generamos y la comercializamos. Es uno de los grandes negocios de esa época. Como comenta Burkholder (1992) el Big Data no son los datos en sí ni las herramientas que se utilizan para gestionar esos datos, sino que es el cambio de pensamiento que se ha producido. Boyd y Crawdord (2011) apuntan que “el mercado ve el Big Data como una oportunidad pura”.
Las grandes empresas de marketing ven cómo su base de datos de destinatarios ha crecido exponencialmente con información tan precisa que se pueden amoldar a sus características y ofrecer un producto de más calidad. Las universidades o centros de investigación pueden acceder a un espectro mayor de datos y tener más resultados de estudio. Todo esto supone un paso hacia adelante como sociedad que somos, pero como raza humana no solemos siempre escoger el camino correcto, y como apuntaban dichos autores puede que utilicemos estos datos en vez de luchar contra la brecha digital y social que existe actualmente, aumentaremos el poder de unos pocos, o en vez de curar enfermedades, potenciaremos el poder y control que tienen las grandes empresas farmacéuticas. Ben Hirschler (2018) dice que la recolección de datos siempre ha sido una tarea difícil para las farmacéuticas pero que gracias dispositivos electrónicos pueden “capturar la experiencia de los pacientes del mundo real, que representar una muestra amplia de la sociedad en vez de la pequeña selección que participa en los ensayos clínicos”. De esta manera están consiguiendo ofrecer una atención más personalizada a costa de datos personales del usuario.
Las grandes empresas de marketing ven cómo su base de datos de destinatarios ha crecido exponencialmente con información tan precisa que se pueden amoldar a sus características y ofrecer un producto de más calidad. Las universidades o centros de investigación pueden acceder a un espectro mayor de datos y tener más resultados de estudio. Todo esto supone un paso hacia adelante como sociedad que somos, pero como raza humana no solemos siempre escoger el camino correcto, y como apuntaban dichos autores puede que utilicemos estos datos en vez de luchar contra la brecha digital y social que existe actualmente, aumentaremos el poder de unos pocos, o en vez de curar enfermedades, potenciaremos el poder y control que tienen las grandes empresas farmacéuticas. Ben Hirschler (2018) dice que la recolección de datos siempre ha sido una tarea difícil para las farmacéuticas pero que gracias dispositivos electrónicos pueden “capturar la experiencia de los pacientes del mundo real, que representar una muestra amplia de la sociedad en vez de la pequeña selección que participa en los ensayos clínicos”. De esta manera están consiguiendo ofrecer una atención más personalizada a costa de datos personales del usuario.
El Big Data ofrece mucha información pero puede carecer de una característica que hoy en día es muy valiosa, precisamente por la importancia que están tomando las consecuencias del análisis de grandes cantidades de datos cómo es la precisión. Tener mucha información sobre un suceso no significa que sea de representativo tal y como afirman Boyd y Crawford (2011). Es crucial comprender la procedencia de los datos y que éstos puedan ser defectuosos, contengan errores o información superflua como dice Maroto. Los datos que se puedan obtener con estas herramientas se corre el “el riesgo que pueda tener tomar decisiones automatizadas sin un sesgo humano” como apunta Gil González (2016). Es cierto que el algoritmo que analizará los datos sí que ha pasado el filtro humano, pero una vez diseñado, no se volverá a revisar ni el software ni los datos obtenidos (Gil González, 2016). Una vez extraída la información y llevada a la práctica pueda ocurrir que la campaña de marketing de un vehículo no funcione porque no se ha adaptado a datos reales, o una campaña electoral basada en las redes sociales puede que no haya tenido éxito porque se tuvieron en cuenta cuentas de twitter inactivas o troleadas. Tendemos a valorar la cantidad antes de la calidad. Como afirman Boyd y Crawford (2011) “en algunos casos concentrarse solo en un individuo puede ser extraordinariamente valioso”, ya que “el tamaño de los datos que se muestrean debe ajustarse a la pregunta de investigación”.
Una pregunta que plantean estos dos autores “¿cuál es el estado de los llamados datos “públicos” en los sitios de redes sociales?” Aquí en esta pregunta puede haber mucha controversia ya que “el hecho de que el contenido sea de acceso público no significa que esté destinado a ser consumido por cualquier persona” (Boyd y Crawford, 2011). Muchas personas comparten, publican sus fotos, comentarios, amistades, opiniones de manera pública en las redes sociales. Somos desconocedores del uso de esos datos. Confiamos en que se usan de manera lícita y privada cuando nosotros somos los primeros que no conocemos la legislación. Pensamos que es como asomarse a la ventana y hablar con el vecino del edificio de enfrente y esperar que nadie este escuchando detrás de las cortinas y por supuesto que no use nuestra conversación para otros fines. Vivimos en una sociedad en la que la información es poder y las redes sociales la manera de alcanzarlo. Solo hay que ver el caso de Donald Trump y Cambridge Analítica, donde a partir de datos obtenidos a través de Facebook fueron capaces de analizar el perfil de cada usuario e inducirles al voto.
Me planteo la cuestión de una re-educación digital y una explicación de las consecuencias del uso de datos masivos. Estamos en el punto de partida de un guerra comercial donde lo importante no son las bombas nucleares ni el comercio de especias, sino algo más intangible pero más poderoso. No podemos obviar que somos el producto que toda compañía quiere comprar y no todo el mundo está en la misma posición de salida.
Me planteo la cuestión de una re-educación digital y una explicación de las consecuencias del uso de datos masivos. Estamos en el punto de partida de un guerra comercial donde lo importante no son las bombas nucleares ni el comercio de especias, sino algo más intangible pero más poderoso. No podemos obviar que somos el producto que toda compañía quiere comprar y no todo el mundo está en la misma posición de salida.
BIBLIOGRAFÍA
Boyd, d., & Crawford, K. (2011). Six Provocations for Big Data. A Decade in Internet Time: Symposium on the Dynamics of the Internet and Society. http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.1926431
Burkholder, L, ed. (1992) Philosophy and the Computer, Boulder, San Francisco, and Oxford: Westview Press.
Garcia Fernández, A. (2018). Cambridge Analytica, el Big Data y su influencia en las elecciones. https://www.celag.org/cambridge-analytica-el-big-data-y-su-influencia-en-las-elecciones/
Gil González, E. (2016). Big data, privacidad y protección de datos. Agencia Española de Protección de datos.
Maroto, C. Big Data y su impacto en el sector público. Harvard Deusto.
Hirschler, B (2018). Big Data, ¿por qué los laboratorios farmacéuticos quieren tus datos médicos?. Reuters. Recogido de: https://es.reuters.com/article/entertainmentNews/idESKCN1GF09O-OESEN